Racismo en Chile, nuevas formas de discriminación.
Hace
algunas semanas Antofagasta sorprendió con el llamado a una manifestación
contra los migrantes. Si bien finalmente las autoridades locales se desmarcaron
de la convocatoria y la concurrencia fue bajísima, cualquiera que haya visitado
en el último tiempo esta ciudad puede notar una cierta preocupación por el
crecimiento de la población migrante (nacional e internacional), atraídos todos
por la bonanza económica que supone el auge y desarrollo de la minería.
De
todos los migrantes que llegan a la ciudad, son las personas de origen
colombiano las que reciben mayor atención por parte de los medios, y las que
lamentablemente se han transformado en el lugar común para la discriminación y
estigmatización.
¿Por qué? ¿Es
producto de la mayor visibilidad que tienen en los espacios públicos?¿Mayor
visibilidad por su color de piel? ¿Es simple xenofobia?
Antofagasta
es una ciudad que ha crecido en los últimos años debido a la arremetida de
grandes proyectos mineros. El desarrollo de estos proyectos supone un
incremento exponencial de los salarios de quienes trabajan en este rubro y un
aumento considerable de población que llega seducida por las posibilidades de
trabajo y mejores ingresos.
Trabajo
disponible, mejores sueldos y más personas, generan un aumento en la demanda
por viviendas, la que no alcanza a ser satisfecha pese al elevado número de
proyectos inmobiliarios en pleno desarrollo.Tiendas, mall, aumento del parque
automotor son externalidades de un crecimiento acelerado que parece haber
carecido de una adecuada planificación social y urbana.
Ahora
bien, la mayoría de las veces, sino todas, las ciudades no están preparadas
para enfrentar el crecimiento poblacional que se produce a partir de un
desarrollo acelerado.Antofagasta no es la excepción.
Desde
las tradicionales migraciones campo-ciudad en Europa, América Latina e incluso
Asia, los problemas de hacinamiento e insalubridad han sido la cara más amarga
de los procesos de asentamiento de quienes llegaban a buscar mejores
oportunidades a las ciudades.Y también ha sido muy frecuente que sean los
afectados quienes terminan por resolver por sus propios medios estos problemas.
Las
soluciones clásicas han sido las tomas de terreno, los campamentos y también la
reutilización de partes de la ciudad que estaban abandonadas producto de éxodos
de la población local.En Antofagasta, sin embargo, no son sólo las clases más
empobrecidas las que llegan a la ciudad, sino también sectores profesionales,
empresarios e inversionistas.
Ellos
también contribuyen a la demanda por vivienda e infraestructura, pero la
diferencia es que aquí el mercado opera de manera inmediata, ofreciendo una
serie de servicios, viviendas e infraestructura para quienes pueden pagar.Para
los sectores populares, e incluyo aquí a los migrantes, las soluciones tendrán
que seguir esperando.
En
este escenario, no es de extrañar que los migrantes hayan encontrado en el
subarriendo y en los campamentos, las únicas posibilidades para resolver el
problema habitacional, lo que sin duda los deja en una situación de extrema
vulnerabilidad, pues se trata de soluciones altamente precarias, que los ponen en
una situación de riesgo constante.Sin embargo, el nivel de intolerancia hacia
el extranjero tiene explicaciones más complejas.
Al
revisar algunos de los comentarios vertidos por autoridades y candidatos en
medios de prensa, van emergiendo ciertos estigmas basados en prejuicios que
crecen a una velocidad peligrosa cuando hay ignorancia y desconocimiento de por
medio.
Se
ha dicho que los inmigrantes incrementan los niveles de violencia e
inseguridad; de las mujeres se dijo que rompen matrimonios, traen enfermedades
sexuales y un aumento de la prostitución. Un candidato a consejero regional
señalaba algo que resume lo anterior: “no soy racista, tengo amigos
extranjeros, pero queremos que haya más control en el ingreso. A las buenas
personas que se queden, y los malos que no se molesten en venir”.
La
idea que hay detrás es que hay buenos y malos migrantes. Buenos son los
empresarios e inversionistas extranjeros; también son los migrantes históricos,
las colonias; en algunos casos los migrantes bolivianos y peruanos,
especialmente aquellos que han “sabido asimilarse” a la cultura local, es
decir, aquellos que se notan lo menos posible.
Los
malos, en cambio, son asociados a la inseguridad, prostitución, quiebre de
familias, portadores de enfermedades casi desaparecidas.A quien se le asignen
estos males, a quien se le cargue con esos estigmas, se vuelve un indeseable, y
por lo mismo se le quiere lejos, pues constituye una amenaza para un supuesto
orden social.En el caso de Antofagasta estas ideas van siendo adosadas a una
nacionalidad en particular, y con ello se va construyendo un estereotipo del
migrante colombiano.
Es
interesante constatar como en otros contextos (nacionales e internacionales),
estas mismas ideas son adosadas a otras nacionalidades. Así en Santiago son los
peruanos; en Argentina, los bolivianos; en República Dominicana, los haitianos;
en Italia, los norafricanos, en Alemania, los turcos.
En
todos estos lugares, se repiten las mismas ideas: nos invaden, traen
enfermedades, tienen costumbres raras, no quieren integrarse.
En
todos los lugares, las sociedades encuentran un grupo de extranjeros, de alguna
nacionalidad o etnia en particular, para asignarle la condición de paria y
concentrar ahí todas las formas de discriminación, segregación y exclusión
posibles. Lo ocurrido hace pocas semanas en Lampedusa refleja la frontera que
se ha instalado en Europa para evitar a toda costa el ingreso de sus propios
indeseables.
Para
considerar que ciertos extranjeros son una amenaza a la tranquilidad, y la
“normalidad”, es necesario asignarles un lugar extremo, fuera de los límites de
lo permitido (prostitutas, narcotraficantes, violentos, de una sexualidad
descontrolada, incapaces de respetar las normas del lugar donde llegan –
incapaces, en el fondo, de ser parte del nosotros).
El
elemento que permite cerrar este discurso, y que a nosotros nos permite hablar
de racismo, es cuando esas construcciones discursivas, esas formas de ser del
otro, se naturalizan, “es que ellos son así”, es decir, al igual que el color
de piel, no pueden desprenderse de aquello que los sitúa como indeseables, pues
encarnan esa condición.Cuando ello ocurre, estamos frente a la construcción
racializada del migrante, y pienso que en Antofagasta es lo que ha venido
sucediendo en el último tiempo.
El
problema se vuelve más complejo, pues funciona como profecía auto cumplida. La
exclusión social de la que es objeto el migrante, finalmente termina por
construir exclusión.Las mayores dificultades para obtener mejores trabajos, las
mayores dificultades para conseguir arriendos, la serie de problemas
administrativos que encuentran para poder regularizar los papeles, y la
situación de irregularidad que afecta a un número importante de personas, los
catapultan a una marginalidad aún más severa que la pobreza.
Es
responsabilidad de todos y todas mantener una posición crítica, de denuncia, de
reflexión en torno a estos procesos, pues lo más grave del racismo es que niega
el principio de igualdad, fundamento de las sociedades
La expresión, quizás, no es
muy formal, pero denota el sentimiento de incertidumbre que ronda entre los
chilenos ante lo que depara el año, porque en 2011 nadie previó el estallido
social que desde mayo hasta diciembre se tomó las calles. Hoy, muchos se
preguntan por las sorpresas que podría traer este 2012. Con esta misma duda
acudimos a cuatro profesionales relacionados con el mundo académico quienes
-desde sus respectivas disciplinas- dieron respuesta a nuestras inquietudes y
nos entregaron pautas para entender las complejidades de esta nueva sociedad.
Chile está cambiando. Y lo está haciendo a
la velocidad del rayo. Nadie se atreve a anticipar cómo viene la mano este
2012, pues lo único claro es que el país se ha vuelto una máquina generadora de
sorpresas, como sucedió con las manifestaciones ciudadanas en Aysén -por
demandas históricas de la zona- que ni siquiera fueron previstas por las
autoridades regionales.
Algo similar a lo que ocurrió en 2011 en
esta misma fecha -y a un año del 27/F-, cuando la mayor preocupación en La
Moneda era poner de pie al país en el menor tiempo posible. Sabían que estaban
“al debe” en los plazos comprometidos, y las encuestas -que ya mostraban alzas
en el rechazo a la gestión del Presidente- les advertían del descontento
ciudadano que, en ese momento, se leía como una reacción a las promesas
incumplidas en el tema de la reconstrucción.
Ni en la coalición gobernante ni en la
oposición previeron lo que sucedería con los estudiantes. Y menos avizoraron el
despertar de un movimiento de la sociedad civil que a partir de las demandas de
los secundarios y de los universitarios se tomó las calles para pedir el fin al
lucro, pero también para protestar en contra del sistema político, del modelo
económico y de la desigualdad que tan notoria se hace, justamente, en el tema
del acceso a una educación de calidad para todos.
Mientras la “Primavera Árabe” acababa con
décadas de regímenes autoritarios en el Oriente; los indignados en España
exigían un cambio social, económico y político, y los Ocuppy Wall Street
desplegaban sus campamentos en el epicentro financiero de Nueva York, en Chile,
el reclamo y la conciencia social se hacía oír a través de un movimiento que el
docente del Departamento de Historia de la Universidad de Concepción, Víctor
Hugo García Valenzuela, califica como sin precedentes en el país. “La mayoría
de los movimientos sociales en Chile se enrielaron a través de los partidos
políticos, pero el que emergió el año pasado iba por fuera y veía a aquellos
como los responsables de lo que estaba ocurriendo. Era un movimiento
verdaderamente ciudadano que dio cuenta de un malestar que hay que leer muy
bien”, enfatiza.
Esa fue la dificultad que tuvo el Gobierno
y los partidos políticos en general que, vanamente, intentaban empatizar con
esta nueva generación opinante, participativa y empoderada que, desde un punto
de vista socioeconómico forman parte, también, del perfil de los emergentes
grupos de consumo quienes hacen extensivas sus exigencias –tal como aprendieron
del sistema de mercado- a las instituciones estatales. De “un
ciudadano-consumidor más exigente y maduro en muchos ámbitos” habla la
publicista y directora de Planificación de McCann Erickson, Maribel Vidal
Giménez, al analizar los alcances del estudio sobre Privacidad que McCann WG
realizó en varios países del mundo, incluido Chile, y que, en parte, refleja a
esta nueva generación, la misma que, desde una óptica política, como describe
el sociólogo y docente de la UdeC, Guillermo Henríquez Aste, “se crió en
democracia y no tiene el temor a opinar como sí lo tuvieron sus padres; una
juventud que tiene voz y que está dispuesta a manifestarse -apoyándose en las
redes sociales- mucho más allá del voto para recuperar los derechos ciudadanos
perdidos”.
Los jóvenes de hoy no son los del 60 ni del
70, precisa en su análisis el historiador Víctor Hugo García. “Son jóvenes que
el país ha educado. Que están empoderados porque el país los empoderó. Sus
padres les dijeron: te vamos a educar para que seas más que nosotros, y ellos
se sienten el futuro y, por lo tanto, exigen ser escuchados”. En esta misma
lógica -agrega- hallamos a padres endeudados por entrar a ese sistema exitoso,
para tener un cierto estatus, pero cuando ese joven necesita acceder a la
educación se da cuenta que es muy cara, y que egresará de la Universidad
endeudado. “Y es ahí donde el asunto estalla y hace eclosión, porque esta
realidad al joven no le cuadra con la expectativa que tenía proyectada”, dice.
Y aunque el verano -salvo por incidentes
aislados en Santiago y el movimiento de Aysén- había dado un respiro al clamor
en las calles, que llegó a tener 180 mil manifestantes sólo en Santiago, muchos
se preguntan qué depara marzo. Los universitarios ya anunciaron que armarán una
plataforma junto a otros movimientos sociales, siempre al margen de los
partidos políticos, a los cuales no aceptan como interlocutores.
Se habla de más paros y tomas de colegios y
de universidades; de competencias por los liderazgos que podrían “desinflar” el
movimiento; del temor por la violencia en las calles y de las sorpresas que
darian los 4,7 millones de electores que ingresaron al padrón electoral tras la
aprobación de la inscripción automática y el voto voluntario.
¿Hacia dónde nos llevará este despertar
ciudadano y en qué tipo de sociedad nos convertiremos? Un sociólogo, un
historiador, una profesora de Filosofía y una publicista -todos vinculados al
mundo de la academia- nos ayudaron a desentrañar con sus respuestas las
complejidades de seis interrogantes, y a entender de mejor forma también al
nuevo Chile.
¿Mantendrá la misma fuerza de
2011?
El movimiento estudiantil “no va a tener la
misma fuerza que el año pasado”, dispara Víctor Hugo García. Y la razón: “el
liderazgo no será el mismo. Coincido con algunos analistas que señalan que el
peor error que se cometió (para el futuro del movimiento) fue no haber reelecto
a Camila Vallejos. Los actuales líderes no aglutinan como sí lo hacían la ex
presidenta de la Fech; Giorgo Jackson o Camilo Ballesteros. Muchos momentos
históricos no tuvieron la misma envergadura que otros por la ausencia de
líderes carismáticos. El movimiento estudiantil en 2011 sí los tuvo, y fueron
líderes muy hábiles que supieron reflejar el sentir ciudadano. Cuando ellos
hablaban de las deudas, de lo cara que es la educación, estaban reflejando algo
que el adulto vivió o lo está experimentando con sus hijos. Pero al abrir el
movimiento a otros carriles, como ya se ha dicho, generará competencia sobre
quién llevará la batuta. No será fácil poner de acuerdo plataformas
educacionales con las del sector público, porque históricamente los liderazgos
de los gremios son tradicionales, excluyentes y autorreferentes”, explica.
Y aunque el “bichito” de la participación
se incubó en la sociedad chilena, todavía, dicen nuestros entrevistados, falta
“algo” para que este movimiento se mantenga en el tiempo. Algo como una utopía,
una idea fuerza convocante y que aglutine voluntades, afirma la profesora de
Filosofía Felícitas Valenzuela Bousquet o un “relato” como lo denomina el
sociólogo Guillermo Henríquez.
“La sociedad ya sabe por qué está en las
calles y qué es lo que no le gusta. Lo que está difuso es con qué soñamos y de
qué forma se puede concretar esos anhelos. Por ahora, esta nueva conciencia
ciudadana no podría dar forma a un movimiento total, lo que no significa que
vaya al fracaso, sino que seguirá evolucionando hasta que participativamente
surja una utopía político-social, al estilo I have a dream. Esa fue una utopía
que- a partir del discurso de Martín Luther King- los negros levantan como algo
posible. Eso se echa de menos en este gran movimiento chileno que engloba a
mucha gente que quizás está pensando en anhelos distintos”, explica la
profesora Valenzuela.
Las elecciones municipales de octubre
próximo también influirían en el curso del movimiento, según Guillermo
Henríquez. “Surgirán con fuerza las demandas locales que podrían llevar a
nuevos grupos a las calles, pero no necesariamente para hacer causa común con
la gran movilización nacional”.
¿Seremos mejores ciudadanos?
El despertar del movimiento de los
estudiantes y de los “indignados” locales muestra que la sociedad civil
comienza a organizarse para actuar. Pero la pregunta que cabe hacer es si un
movimiento social como éste nos trasformará automáticamente en mejores
ciudadanos.
En los países desarrollados, explica la
Directora de Planificación Estratégica de McCann Erickson, Maribel Vidal
Giménez, los ciudadanos se manifiestan en muchos ámbitos, y de este modo la
sociedad es más equilibrada, ya que es sano que exista la voz de las personas
independientemente de los intereses y deberes del Estado y de las empresas.
“Cuando eso ocurre las sociedades se desarrollan de forma más justa”, opina.
Guillermo Henríquez coincide con esta
apreciación, pero advierte que “esto no quiere decir que 2012 vaya a ser el año
de la gran ciudadanía, esos son procesos relativamente más largos”, aclara.
Un indicio de cómo irá esta tendencia lo
dará el comportamiento en las próximas “municipales”, tras la inscripción
automática y el voto voluntario. “Veremos cómo será la respuesta en las urnas,
que es lo que tradicionalmente conocemos como participación ciudadana. ¿Sube?,
¿se mantiene? o ¿aumentarán los votos nulos como forma de protesta? La
respuesta, cualquiera sea, entregará nociones de si estamos evolucionando
realmente hacia una sociedad consciente de sus derechos pero también de sus
obligaciones”, manifiesta.
Víctor Hugo García asevera que un ciudadano
“con todas su letras” se forma en una cultura participativa con responsabilidad
que debe partir en el hogar y seguir en la escuela y en la Universidad. “Una de
mis preocupaciones al estudiar el Chile contemporáneo es que no estaba la formación
ciudadana. Y no me refiero a la educación cívica tradicional, sino a que se
practique la democracia en los colegios, a que se respete a los niños, que se
enseñe a escuchar, a que no haya burlas por la opinión distinta del otro y a no
tolerar que una minoría avasalle a una mayoría. No basta con tener
alfabetización o acceso a internet. Hay familias que son muy autoritarias,
entonces ¿cómo les vas a pedir a esas personas que sean tolerantes?”,
sentencia.
¿Permitirá avanzar hacia una democracia
plena?
La democracia chilena no asegura
participación, reclaman en las calles. Y por eso piden el cambio del binominal,
el sistema que, según sus detractores, tiene secuestrada la voluntad ciudadana,
porque en la práctica legitima que una elite política administre el país. ¿Qué
validez tiene aquello para una sana convivencia?
“Este tipo de democracia que tenemos ya no
satisface a los chilenos”, dice Felícitas Valenzuela. Y como consecuencia de
este sistema -añade- mucha gente se ha desengañado de la cosa política. “Dicen:
¿qué saco de ir a votar si ya tengo más o menos claro quién va a salir electo?
Por eso es necesario abrir los canales de participación, porque un país no
puede salir adelante si no tiene grupos políticos organizados. Si no son los
que actualmente existen, podrán ser otros pero con cierta estructura y no sólo
movimientos que un día pueden estar apoyando a blancos y al otro día a negros”,
enfatiza.
Todos nuestros entrevistados coinciden en
que existe una crisis de representatividad de la clase política, que la gente
no cree en ella y le reprocha no hacer las reformas que permitirían oxigenar el
sistema. La capacidad de llevar a cabo este cambio- coinciden- será la prueba
de fuego del gobierno de Sebastián Piñera. O como más precisamente expone Guillermo
Henríquez: “Es necesario cambiar el binominal y asegurar a la gente que su
voluntad se va a expresar. Si no lo hace, significa que no escuchó lo que le
dijeron en todas las manifestaciones de 2011”. Más severo en sus apreciaciones
es Víctor Hugo García. “Al Presidente Piñera ya lo golpearon, está vapuleado,
pero su responsabilidad histórica es hacer los cambios que más pueda en el
ámbito político y pasar a la historia como el mandatario que abrió los canales
de oxigenación política. Si no lo entiende, lástima por el país”.
¿Podría un movimiento como éste
derrocar al gobierno?
La fuerza que alcanzó el movimiento social
en 2011 tenía a varios preocupados. Temían que hiciera bambolear la estabilidad
del país y los más alarmistas hablaban de que si seguía creciendo, podría
llegar a derrocar al gobierno. ¿Tanto así?, es nuestra interrogante. “Es muy
improbable, porque el sistema está abierto, es democrático y eso nadie lo puede
discutir”, dice Víctor Hugo García. Que no sea plenamente representativo es
otro problema, añade. Según el académico del Departamento de Historia de la
Universidad de Concepción, en Chile la posibilidad de que un gobierno sea
derrocado está muy lejana. A fin de cuentas -explica- el malestar se va a
canalizar “y la misma gente pedirá que negocien a través del Parlamento o de
otra forma. Los chilenos no dudarían en elegir esta opción en lugar de apoyar
un levantamiento en contra de la autoridad”, afirma.
¿Por qué todo empezó en 2011?
¿Qué circunstancias hicieron que fuera en
2011 y no otro el año del despertar ciudadano en Chile? Nuestros entrevistados
separan las causas en coyunturales y estructurales. “Existía un movimiento
estudiantil que no había logrado respuestas a sus peticiones en 2009, pero que
durante 2010 se mantuvo quieto por el terremoto. Entonces fue una acumulación
de fuerzas que se sabía iba a estallar, aunque debo ser franco en que no
imaginé la magnitud de lo que venía”, afirma Víctor Hugo García.
Otra razón coyuntural sería la llegada de
un gobierno que muchos dicen creó falsas expectativas, prometió más de lo que
podía cumplir y, como destaca el profesor Guillermo Henríquez, no demostró ni
la apertura ni la cercanía con la que Michelle Bachelet logró acortar la
distancia entre los poderes y la ciudadanía.
Pero detrás de todo esto hay causas
profundas, estructurales, que permiten entender el fenómeno. Lo primero fue la
interrupción de la participación histórica que el país tuvo hasta 1973 y que no
fue reactivada por los gobiernos de la Concertación. “Por el contrario, ellos establecieron
una especie de ‘partitocracia’, un cuasi gobierno de los partidos que
restringió aún más la participación y, lo que es peor, la voluntad ciudadana”,
asegura Víctor Hugo García.
Y a pesar de que la juventud que vivió la
dictadura no fue la que estuvo en las calles en 2011, sino probablemente sus
hijos o hermanos menores, nuestras fuentes aseguran que esa generación acallada
por el Golpe se preocupó de educar para la ciudadanía a sus hijos. Quizás
muchos de los indignados locales oyeron a sus padres decir ahora tenemos
democracia, las cosas van a ser mejores, podremos participar, pero se
encontraron con que nada de eso ocurrió.
A lo anterior se agrega un modelo económico
y social que ensalza el éxito, el tener cosas y un estilo de vida en el que buena
parte de la sociedad chilena trató de meterse a la fuerza, a costa de un
tremendo nivel de endeudamiento. Un mal, dice Felícitas Valenzuela, que están
padeciendo muchos hogares chilenos, “y que es en gran medida el culpable de la
insatisfacción que tiene la sociedad. Se destaca que el país está muy bien
desde el punto de vista macroeconómico, pero con quien uno hable está
disconforme y asegura que la plata no le alcanza para nada. Algunos
aprisionados sólo por vivir . Otros por el consumo o por la educación de sus
hijos”, añade.
¿Por qué los
jóvenes ciudadanos-consumidores son hoy más exigentes?
Durante toda su trayectoria en
McCann-Erikson, Maribel Vidal se ha dedicado a conocer y a retratar los
perfiles de los nuevos grupos de consumo que emergen en el país, conocimiento
que es muy útil para entender los cambios que se gestan en la sociedad chilena.
En su análisis acerca de los cambios que han operado en los jóvenes empoderados
de hoy, protagonista de esta verdadera eclosión social como vimos el año
pasado, afirma que los ciudadanos comunes y corrientes, en general,
comprendieron que no tenían opciones y decidieron expresarse en la búsqueda de
soluciones a sus problemas, el cambio de políticas públicas y del sistema
imperante en general.
Una serie de investigaciones al respecto,
desde por lo menos una década, “nos venían mostrando a un ciudadano- consumidor
que, paulatinamente, se estaba haciendo más exigente y maduro en muchos
ámbitos. Personas que en general tienen grandes expectativas de las empresas,
sus marcas y productos (para el bienestar personal y familiar), y del mismo
modo exigen que estas corporaciones se comporten como buenos ciudadanos
corporativos”.
Un ejemplo de este empoderamiento,
sostiene, se veía con claridad en temas como las expectativas de
Responsabilidad Social Empresarial (RSE) que los chilenos tienen de las
empresas, y cómo la gente declara estar dispuesto a castigar a una marca si no
se comporta correctamente.
Las mismas exigencias de estos
ciudadanos-consumidores, se hacen extensivas a las instituciones del Estado,
como quedó en evidencia en un estudio sobre Privacidad que McCann WG realizó en
varios países del mundo, incluido Chile, y cuyos resultados se conocieron a
fines del año pasado. Una de las conclusiones más interesantes es que
gobiernos, empresas y políticos sobresalen como las “instituciones” a las que
los chilenos les otorgan menos derecho a la privacidad y, por el contrario, les
exigen la máxima transparencia. “Eso nos habla de personas educadas e
informadas en general, especialmente los más jóvenes, con conciencia de su
derecho a opinar y de esperar cambios que sean positivos para ellos”, concluye.
Además
de los “problemas de eficiencia, equidad y de falta de solidaridad
existentes” , “en Chile se aprecia una importante inequidad en el
financiamiento de la salud entre los sectores público y privado y entre
quintiles ricos y pobres de la población”
“La
política que se impulsó a partir de 1981 y se re-impulsó a partir del informe
del BM de 1993 planteó, que debía promoverse la competencia entre proveedores
de salud públicos y privados, y que ésta competencia debía incrementar los
niveles de satisfacción de la población e incrementar la eficiencia. Ello
implicaba que con la introducción de la privatización y mecanismos de mercado,
allí donde no se pudiera privatizar, se contendrían los costos y se evitaría la
baja eficiencia y calidad de los sistemas no competitivos”
Educación
Una
de las reformas de Pinochet fue organizar la educación con criterio mercantil
con fines de lucro. Los gobiernos democráticos mantuvieron el esquema, cuyo
rechazo dio lugar a masivas manifestaciones, en las que se destacaron la de los
estudiantes secundarios, llamados “pingüinos” por el color de sus uniformes.
En
este período, “los establecimientos privados se multiplicaron mientras los
públicos se desmantelaban. Han absorbido a 9 de cada 10 alumnos adicionales a
partir de 1990, y casi la mitad del incremento del presupuesto. Hoy representan
la mitad de los alumnos y profesores. La mitad del gasto educacional es
desembolsado por las familias. Sin embargo, la mezcla de establecimientos
públicos deteriorados y privados con fines de lucro ha resultado de calidad
deficiente, onerosa para las familias y escandalosamente segmentada por niveles
de ingreso y posición social”.
Trabajo
Dentro
del modelo imperante, como señala el título de un estudio, se está “Lejos del
trabajo decente: el empleo desprotegido en Chile” [5],
pues predomina el trabajo precario, de baja calidad, con sus múltiples efectos
negativos sobre la salud laboral, la estabilidad en el empleo, la gran
informalidad, los bajos salarios, etc.
Con
todo, se está implementando en forma progresiva en diferentes regiones del país
una reforma de fondo de la justicia laboral, que agilita, abrevia y simplifica
los juicios laborales. Al punto, que El Mercurio, vocero de los grande
capitales, muestra gran preocupación, pues “los datos disponibles sobre sus
primeros meses de operación …indican que casi el total (alrededor de 97 por
ciento) de las causas que le son sometidas se falla a favor de los
trabajadores, lo que despierta inquietudes en cuanto a su real ecuanimidad y
ausencia de sesgo ideológico” .
Mapuche
Desde
que en el siglo XIX se despojó manu militari al pueblo mapuche de sus tierras
en la llamada Pacificación de la Araucanía, esta minoría étnica ha vivido
una situación signada por la arbitrariedad, y pese a que en octubre de 2008 se
promulgó el Convenio 169 de la Organización Internacional del Trabajo, referido
a Pueblos Indígenas en países independientes, recientemente se han producido
varias muertes de mapuches por la represión.
El
pasado 25 de agosto, el Comité para la Eliminación de la Discriminación Racial,
de la ONU, recomendó al Estado de Chile "que tome las medidas necesarias
para acelerar el proceso de restitución de las tierras ancestrales a los
pueblos indígenas y que establezca un mecanismo específico para reconocer los
derechos de los pueblos indígenas sobre tierras y recursos naturales, de
acuerdo con la Convención y demás normas internacionales relevantes (a la vez
que) exhorta al Estado parte a consultar de manera efectiva a los pueblos
indígenas en todos los proyectos relacionados con sus tierras ancestrales y, a
que obtenga su consentimiento informado antes de la ejecución de los proyectos
de extracción de recursos naturales de conformidad con los estándares
internacionales" .
Desigualdad
“En
los últimos veinte años, Chile ha tenido un sólido crecimiento económico que se
ha manifestado en una duplicación del ingreso per cápita y una notable
reducción de la pobreza absoluta. Sin embargo, persiste una inaceptable
desigualdad de ingresos y de los niveles y calidad de vida, se deterioró la
participación de los trabajadores en el producto, ya que el aumento anual de
los salarios reales (2,9%) fue inferior al producto interno bruto (pib) por
ocupado (3,3%). Todo ello contribuyó a que en Chile se mantuviera prácticamente
inalterada la muy desigual distribución personal del ingreso que lo
caracteriza: el ingreso autónomo del 20% más rico de la población supera 13
veces a aquel del 20% más pobre. En estas circunstancias, se considera
indispensable introducir el concepto de pobreza relativa, pues esta continúa
afectando a casi un tercio de la población. A diferencia del concepto de
pobreza absoluta, en el de pobreza relativa se establecen normas sociales y
estándares de consumo que varían en la medida en que evoluciona el ingreso
medio de las familias…ella se define como el grupo de personas o familias cuyo
nivel de ingreso es inferior a 0,6 veces el ingreso medio, constituyéndose en
el sector relativamente excluido de la sociedad…Este sector abarcaría un 25,6%
de la población, esto es, alrededor de 4,3 millones de personas” .
Fondos de pensiones
La
98 reunión de la Conferencia Internacional del Trabajo, que sesionó en
Ginebra, Suiza, del 3 al 19 de junio del 2009 “observa que las discusiones en
este caso manifestaron su preocupación acerca de la viabilidad del esquema de
pensiones privados establecidos por el Decreto Ley Nº 3.500 de 1980 en
condiciones de la crisis financiera y económica en curso, al igual que
preocupación con el hecho que por muchos años el Gobierno ha venido ignorando
aparentemente las recomendaciones de reformar el esquema sobre la base de los
principios establecidos por el Órgano Directivo" .
La
resolución fue adoptada en virtud de un reclamo presentado por la Central
Unitaria de Trabajadores (CUT), cuyas bases eran las siguientes: “La
privatización del sistema de pensiones chileno en virtud del decreto-ley núm.
3500, de 1980, en su forma enmendada, se basaba en cuatro premisas esenciales:
1.
El dinamismo y estabilidad del mercado laboral permitiría basar las pensiones
de toda la fuerza de trabajo exclusivamente en las contribuciones a la
seguridad social, sin compromisos adicionales significativos de parte del
Estado;
2.
la competencia entre las administradoras privadas aseguraría un servicio de
bajo costo y más eficiente que la administración estatal;
3.
los mercados financieros eran capaces de entregar a largo plazo retornos
razonablemente estables y significativos, que permitirían capitalizar las
contribuciones a la seguridad social a lo largo de la vida activa en un fondo
suficiente para cubrir pensiones decentes y superiores a las que ofrecía el
sistema público que vino a reemplazar;
4.
la industria privada de seguros tenía la solvencia suficiente como para que al
momento de jubilar los afiliados les traspasaran la propiedad de la totalidad
de sus ahorros previsionales, a cambio de la promesa de una pensión vitalicia.
Las
cuatro premisas resultaron falsas. Las dos primeras habían quedado descartadas
completamente y la tercera de modo significativo, ya antes del inicio de la
crisis mundial, fenómeno que vino a confirmar la falacia de todas ellas”.
Las
cuatro premisas resultaron falsas. Las dos primeras habían quedado descartadas
completamente y la tercera de modo significativo, ya antes del inicio de la
crisis mundial, fenómeno que vino a confirmar la falacia de todas ellas”.
La adicción
a las drogas ilícitas, al alcohol e, incluso, a ciertas drogas empleadas en
medicina como los tranquilizantes o los analgésicos, y que se conocen como
sicoactivas, es uno de los problemas de salud pública más importantes en todo
el mundo.
En ella
pueden caer desde los niños y los adolescentes hasta los a los adultos, sin
distingo de clase social o de nivel educativo. Es más, la comunidad médica ya
considera la adicción como un desorden crónico que afecta a las neuronas
encargadas de los procesos mentales de pensamiento, raciocinio, voluntad y
placer.
El adicto no
es voluntariamente adicto; más bien es víctima de un conjunto de circunstancias
orgánicas y ambientales que lo conducen a seguir una línea de comportamiento y
un estilo de vida que, si bien puede abandonar, le resulta muy difícil.
De hecho,
actualmente los índices de adicción a las diferentes sustancias mencionadas son
tan alarmantes, que sus repercusiones, amén de afectar la tranquilidad y
economía familiares, constituyen un rubro muy alto en el presupuesto,
particularmente en lo que se refiere a investigación médica, prevención y
rehabilitación de los adictos. Tan sólo en Estados Unidos, por ejemplo, la
inversión de los últimos años ha sido de 80 mil millones de dólares anuales.
Es por ello
que trabajar en la prevención es una de las tareas más urgentes de la sociedad,
comenzando por la familia, que debe estar adecuadamente informada sobre las
“opciones” que se encuentran en las calles, en los círculos de amigos, en los
colegios y universidades.
Siendo una
enfermedad y no simplemente una costumbre o un vicio, la adicción a las
sustancias sicoactivas demanda tratamiento especializado y apoyo familiar,
pero, sobre todo, voluntad y deseo de superarlo de parte de quien se encuentra
enfermo.
El proceso
consiste en una terapia dirigida por un equipo que involucra al médico general,
psicólogos y psiquiatras, quienes, junto con los familiares que rodean al
paciente, le brindan el apoyo que necesita para superar la dependencia a las
drogas.
La
estrategia escogida y el tiempo que demande su aplicación dependerá de la
severidad del problema de cada paciente. Además, aun cuando el adicto logre
salir adelante y abandone el consumo de las sustancias adictivas, debe ser
consciente de que su enfermedad, si bien ha sido tratada, no podrá ser curada.
Haciendo una comparación, la adicción es como la diabetes o la hipertensión, no
se curan pero se manejan con ayuda de tratamientos médicos y el autocuidado del
paciente.
Tipos de
Drogas más conocidas:
Entre las
más conocidas encontramos:
Alcohol
Cafeína
Cocaína
Crack
Inhalantes
LSD
Marihuana
Hachís
MDMA o
éxtasis
Anfetaminas
Nicotina
Opiáceos
(Heroína, Morfina, etc.)
Peyote
Hongos
psilocibes, también conocidos como alucinógenos o mágicos
Benzodiacepinas
¿Qué son las
drogas?
no dejes destruir tu futuro.
Las
drogas es cualquier sustancia que, una vez introducida en el organismo a
través de distintas vías (inyectada, fumada o tragada), tiene capacidad para
alterar o modificar las funciones corporales, las sensaciones, el estado de
ánimo o las percepciones sensoriales (vista, oído, tacto, gusto, olfato).
Existen muchas clases de drogas. Algunas son legales como el alcohol, el tabaco
o los fármacos; otras son ilegales como el hachís, la cocaína, la heroína, etc.
Todas las drogas tienen un denominador común: al ingerirlas (sea cual sea la
forma) pasan a la sangre y, a través de ella, al cerebro y a todo el organismo,
provocando los diferentes efectos que las caracterizan: excitar, relajar o
distorsionar la realidad.2. Riesgos
Todas las
drogas afectan a la salud de las personas y su desarrollo personal. Sin
embargo, este dato se potencia aún más en el caso de los jóvenes, puesto que
cada vez que se recurre a las drogas como muleta para disfrutar de la vida o
enfrentarse a sus exigencias, se está limitando la oportunidad de demostrar y
desarrollar los recursos y las capacidades propias.
El consumo
de drogas induce, por otra parte, a comportamientos “descontrolados” que se
llevan a cabo bajo los efectos de las drogas, conductas, en muchos casos, en
las que no se miden los riesgos, ni las consecuencias de lo que se está
haciendo.
Un riesgo de
las drogas (quizá el más importante) es su capacidad de crear dependencia.
Todas las drogas presentan esta característica. Aunque se afirma que algunas
drogas no generan dependencia física (cannabis, alucinógenos, éxtasis,etc.),
éste es un asunto controvertido. En lo que sí hay unanimidad es en la capacidad
de las drogas para provocar dependencia psicológica o emocional. Es cierto que
la facilidad para que se cree una dependencia física depende de muchos
factores, también lo es que no hay ninguna persona tan segura que pueda afirmar
que controla plenamente los riesgos de hacerse dependiente.
Además,
muchas de las drogas que se encuentran en el mercado ilegal están con
frecuencia sometidas a procesos de adulteración. En estos casos, el posible
consumidor no sabe qué es lo que está tomando y, por lo tanto, se sitúa ante
unos imprevisibles riesgos añadidos.
Todas dañan
la salud y, si se toman con frecuencia, algunas pueden provocar daños
irreparables, biológicos o psicológicos. Asimismo, se pueden correr riesgos muy
serios si se padece algún tipo de patología, como, por ejemplo, cardíaca o
hipertensión, que puede que aún no se haya manifestado o no la haya
diagnosticado el médico.
Muchas veces
las drogas se ingieren mezcladas unas con otras, por ejemplo; porros y alcohol,
éxtasis y alcohol, cannabis y cocaína, etc., sometiendo, de esta forma, al
sistema nervioso a sacudidas contradictorias o multiplicando los efectos de
ambas sustancias. También existen riesgos relacionados con comportamientos que
los consumos facilitan o impiden controlar (comportamientos impulsivos).
“Alcoholismo
y drogradicción enemigos incubiertos”
Los
adolescentes pueden estar comprometidos en varias formas con el alcohol y las
drogas legales o ilegales. Es común el experimentar con el alcohol y las drogas
durante las adolescencia.
Desgraciadamente,
con frecuencia los adolescentes no ven la relación entre sus acciones en el
presente y las consecuencias del mañana.
Ellos tienen la tendencia a sentirse indestructibles e inmunes hacia los
problemas que otros experimentan. El uso del alcohol o del tabaco a una
temprana edad aumenta el riesgo del uso de otras drogas más tarde. Algunos
adolescentes experimentan un poco y dejan de usarlas o continúan usándolas
ocasionalmente sin tener problemas significativos. Otros desarrollarán una
dependencia, usarán luego drogas más peligrosas y se causarán daños
significativos a ellos mismos y posiblemente a otros.
La adolescencia es el tiempo de probar cosas nuevas. Los adolescentes usan el
alcohol y las otras drogas por varias razones, incluyendo la curiosidad, para
sientirse bien, para reducir el estrés, para sentirse personas adultas o para
pertenecer a un grupo. Es difícil el poder determinar cuáles de los
adolescentes van a experimentar y parar ahí, y cuáles van a desarrollar
problemas serios. Los adolescentes que corren el riesgo de desarrollar
problemas serios con el alcohol y las drogas incluyen aquellos:
* con un
historial familiar de abuso de substancias
* que están deprimidos
* que sienten poco amor propio o autoestima
* que sienten que no pertenecen y que están fuera de la corriente.